No sé por qué se ensañaban tanto
con ese árbol. Era un fresno hermoso, de más
de cien años. Los días calurosos de enero regalaba una sombra limpia y fresca. Una tarde,
al regresar del trabajo, vi que la copa del fresno había desaparecido. De él sólo
quedaba el tronco, siniestro como un miembro amputado. Sin embargo, en los primeros días de la primavera, afloraron unas yemas. En seguida, alguien pegó un cartel:
Por un tiempo, eso pareció desalentar las mutilaciones. Pero a poco de finalizado el invierno, el fresno renacido fue arrancado de raíz.
Para disimular el agujero que dejó en el piso, colocaron una plancha de madera. Parecía
la lápida de un NN. Por eso mismo, una mañana temprano, antes de salir para el
trabajo, pinté un arbolito que lo recordara.
0 hay que todavía piden sangre:
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